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jueves, 13 de junio de 2013

PROCESO DE DISCUSION POLITICA

Declaración de guerra al Japón 

El Presidente de la República, Juan Antonio Ríos, realizó lo impensado: declaró la guerra a Japón, una potencia militar en plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Japón ya había avanzado en el Sur de Asia e incursionaba por el Pacífico. Ante esto, el Mandatario chileno, supuestamente bajo grandes presiones del extranjero, declaró la guerra al país nipón.

La votación de la cámara aprobó en segundo y último trámite el proyecto de ley por el cual se autoriza al Presidente de la República para reconocer el estado de guerra entre Chile y Japón.
 

El decreto

Artículo 1°.- El Presidente de la República, en nombre del Gobierno de Chile, reconoce y declara el estado de guerra con el Gobierno Imperial del Japón.

Artículo 2°.- Los Ministerios del Interior, Relaciones Exteriores y Defensa Nacional, dictarán y cursarán, de conformidad a sus respectivas atribuciones legales, las disposiciones complementarias que correspondan.

Artículo 3°.- El presente decreto será firmado por todos los Ministerios de Estado, Juan Antonio Ríos (Presidente), Alfonso Quintana Burgos, Arnoldo Carrasco, Joaquín Fernández, Alejandro Tinsly, Santiago Labarca, Enrique Marshall, Eugenio Puga Fischer, Gustavo Lira, Manuel Casanueva, Mariano Bustos, Sótero del Río.

 

Rompimiento de relaciones con  el eje  

Como había ocurrido en los dos años y medio precedentes, en 1942 Chile no tenía interés alguno en romper las relaciones diplomáticas con el Eje. Las motivaciones aducidas para justificar la neutralidad, en los meses que precedieron a la ruptura, fueron esencialmente dos: la actividad de espionaje ya estaba bajo estrecha vigilancia; Chile estaba cumpliendo por completo los compromisos en materia de defensa y solidaridad continental porque había concedido a Estados Unidos el tratamiento de nación no beligerante, abasteciéndolo abundantemente, y según los chilenos también generosamente, de materiales estratégicos. Ir más allá no se podía también porque "la ruptura o la declaración de guerra tenía que plantearse sobre una razón específica, como había hecho Estados Unidos"265. Hubo, obviamente, el revés de la medalla. Aunque, para la admisión de los mismos dirigentes chilenos, la neutralidad resultaba difícil de administrar ante todo con respecto a las relaciones con EE.UU., no parece que ellos fueran realmente conscientes de las repercusiones que implicaba el mantenimiento de las relaciones con los países fascistas. O, más sencillamente, subestimaron las consecuencias negativas hasta el punto de poner en peligro la economía del país.

 

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